La Palabra de Dios está llena de misterios por descubrir, y uno de ellos nos fue anunciado por Jesús, cuando dijo a sus discípulos en Mateo 10:7b…El reino de los cielos se ha acercado. Si como profesor de escuela dominical sueltas esa frase en la clase, tal vez uno de los niños con su curiosidad y candidez te ponga en un aprieto cuando te lance la pregunta: ¿Dónde vive Dios?, ¿dónde tiene su casa?
La respuesta fácil es ¡En el cielo! Entonces el niño, cuando sale al exterior, mira hacia arriba, hacia el cielo, a ver si ve su casa. Porque la mente de un niño es muy sencilla y su comprensión muy literal, y cree que podrá ver su casa como ve la de su amiguito que vive al final de su calle. Pero no, no la puede ver porque le faltan datos.
No es lo mismo decir que alguien vive en un país, sin más señas, que facilitar el nombre de la región donde se halla su provincia, la ciudad, y si me apuras mucho la calle y el número por si quisiera escribirle una carta, para que le llegue. Pero… que nos dicen las escrituras. ¿Realmente podemos saber de una forma más concreta y precisa dónde vive El Señor? Vamos a ver:
En el Salmo 43:3 dice: Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; me conducirán a tu santo monte, y a tus moradas. (aquí nos da un par de pistas) Y en el Salmo 48:1y2 se lee: Grande es Jehová, y digno de ser en gran manera alabado en la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo. (2) Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra, es el monte de Sion, a los lados del norte, la ciudad del gran Rey. (Aquí nos lo dice ya claramente: En la parte norte de Sion está la ciudad donde Él vive).
¡Ojo! Aquí hay algo que no encaja, ¡dice que el monte de Sion es el gozo de toda la tierra! ¿Dice que está en la tierra? Se que hay pastores que se dedican a organizar excursiones a Israel, y que se pueden visitar varios de los montes citados en la biblia, pero éste, el monte de Sion, no se puede visitar porque no existe en dicho país. ¡En qué quedamos! Vayamos al libro de Ezequiel 28, allí podremos ver y comprobar que este monte existe antes de que existiera el hombre.
En Ezequiel 28:14 leemos: Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. (¿Dónde estaba Lucero? En el santo monte de Dios. ¿Y eso quiere decir que estaba dónde? ¡En Sion! Dios, cuando crea a Lucero, lo pone en Sion).
Veamos otro pasaje en Isaías 14:13, donde dice: Tú que decías en tu corazón: subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte;…¿Y qué había en el extremo norte? ¡La ciudad del gran Rey! Bueno, pues, parece que ahora sí, si otro niño de la clase nos preguntara, podríamos ser más concretos y orientarle mejor.
Bien, ahora ya sabemos dónde está el epicentro del reino de Dios, la ciudad del gran Rey, y por fe creemos que existe, que es real, y ahora, puesto que el reino de Dios se ha acercado, el siguiente paso es como llegar allí, porque si dice que se ha acercado quiere decir que está a nuestro alcance, solo hay que recorrer El camino y, para ello, vamos formar una Expedición al reino de los cielos, a la ciudad del gran Rey, dejándonos llevar por el guía que nos recomendó Jesús y siguiendo las indicaciones que nos dejó escritas en su manual de instrucciones.
No será fácil ni sencillo llegar al campamento base, desde donde partirá la expedición, pero llegar a ser parte de la expedición no está al alcance de todos, solo de aquéllos que en su entrenamiento como discípulos hayan adquirido cierta madurez, y están preparados y curtidos para la aventura y en el discernimiento del bien y del mal, capacitados por Dios para resistir en el día malo y permanecer firmes, prosiguiendo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Y tú, ¿quieres formar parte de la próxima expedición?, pues esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. ¡Prepárate! (2 Timoteo 3:16-17).