Siempre me ha llamado mucho la atención la frase “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”, pero hoy, como en el artículo anterior, quiero centrarme en la primera parte: ¡Arrepentíos!
Se trata de una palabra no muy agradable de escuchar que, en general procuramos evitar, pues nos parece una acusación en toda regla contra algo que hemos hecho mal que nos incomoda oírla y nos disgusta mucho más cuando nos sentimos aludidos o juzgados por ella.
Pero, a pesar de lo desagradable del término, y teniendo en cuenta que fue lo primero que dijo el evangelista Juan el Bautista cuando empezó su ministerio, está claro que es importante y no lo podemos pasar por alto sin más, aunque quizás esto último sean suposiciones mías, pues no recuerdo ningún evangelista que haya empezado su discurso diciendo al público en imperativo: ¡Arrepentíos! ¿Será que yo exagero?
Pues, va a ser que no. A tenor de lo que empezó a decir el mismo Jesús cuando empezó su ministerio, me quedó claro que el significado que encierra la palabreja se las trae. ¡Pero… hermano qué dijo! Pues, confirmando lo que dijo Juan, dijo exactamente la misma frase: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”
No fue hasta varios años más tarde que comprendí la importancia crucial de lo que significaba arrepentirse en la conversión de un creyente genuino. Si un hombre no se arrepiente, ¿cómo puede creer? Si un hombre no comprende que está enfermo, ¡no querrá ver al doctor!
Sin el arrepentimiento, no puede haber fe y sin fe no puede haber salvación. Así que, podemos decir que la fe incluye el arrepentimiento, y el arrepentimiento está en la fe. El arrepentimiento no está solamente relacionado con la fe, sino que también está relacionado con la salvación, y que los tres forman parte del proceso de la conversión.
Hechos 5:31 dice: “A éste Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados”. Aquí vemos también que el arrepentimiento es dado por Dios de la misma manera que el perdón. Fue Dios quien nos dio el arrepentimiento, y nosotros los que dijimos: “Me arrepiento”. Por lo tanto, ésta es la obra de Dios. Debido a esto la Biblia dice que el arrepentimiento es dado por Dios.
En Hechos11:18 dice: Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida! Por favor, nota que Dios ha dado el arrepentimiento para vida a los gentiles. Por lo tanto, vemos que el arrepentimiento es también una parte de la gracia de Dios. El arrepentimiento es un don que viene de Dios. No hay nada que el hombre pueda hacer, todo está hecho por Dios.
Hoy día, podemos arrepentirnos en el nombre del Señor debido a que el Señor nos ha dado el arrepentimiento. Esto es como en la creación, él nos dio primero los dos ojos y luego nos pide que veamos. Si no tuviéramos dos ojos, sería difícil ver. Primero Él nos da los pies y luego nos pide que caminemos. Es lo mismo con el arrepentimiento. Primero nos da el arrepentimiento, y luego nos pide que nos arrepintamos.
Por un lado, un hombre no es salvo por medio del arrepentimiento sino por medio de la fe. Esa es la verdad que se nos muestra en el Evangelio de Juan, la carta a los Romanos y el libro de Gálatas. No podemos cometer ningún error con respecto a esto. Sin embargo, por otro lado, sin el arrepentimiento el hombre no puede creer. Por lo tanto, el arrepentimiento es una parte dentro de la fe y una parte de la salvación. Los dos son algo que Dios inicia por medio del Espíritu Santo (Juan 16:8).